18 DE DICIEMBRE: DÍA DE LA EXPECTACIÓN, DÍA DE LA ESPERANZA.


        El Señor viene también para un mundo que sólo puede avanzar alentado por la  esperanza. Es esta esperanza la que de una parte pone en cuestión nuestro presente y  hace posible la crítica de todo lo establecido. Es esta esperanza la fuerza para un nuevo  éxodo hacia el futuro. Un pueblo satisfecho es un pueblo sin historia, sin posibilidad de  futuro. Un pueblo en el que alienta la esperanza hacia un mañana mejor, es un pueblo en situación de Adviento. La esperanza es una fuerza, la única fuerza que puede renovar el mundo. La realidad más  íntima y más dinámica de la humanidad es la esperanza. Y esto es motivo  de revisión por nuestra parte.  ¿Acaso no es el cristiano el hombre de la esperanza, de una esperanza activa, se entiende, y bien fundada, de una esperanza radical?


        La esperanza  cristiana es una esperanza bien fundada, porque el Señor ya vino; pero es todavía  esperanza, porque el Señor ha de volver. Y en este sentido la fe en Jesús de Nazaret, en su  presencia oculta entre nosotros, es el fundamento en el que nos movemos cada vez más  deprisa hacia el Señor que ha de volver, lo mismo que una madre nunca espera con tanta  impaciencia como cuando siente ya en sus entrañas la presenciar de su hijo que todavía no  ha nacido.

 


        Una esperanza así entendida ya no es evasión en un futuro de ensueño, sino una fuerza  capaz de hacer estallar en dolores de parto nuestro presente, una fuerza verdaderamente  revolucionaria; más aún, podríamos decir que la Iglesia en tanto es pueblo que peregrina, es  responsable ante el mundo de una revolución permanente. Una revolución que no puede  conformarse con atender individualmente las necesidades del pobre que nos sale al  encuentro, sino que debe emprender vigorosamente la reforma de todo lo que es causa de la pobreza en el mundo. Podemos afirmar que es doctrina generalizada ya en la Iglesia Católica que el cristiano no puede conformarse con una limosna individual, sino que ha de  hacer lo posible para que resulte inútil esa limosna y todo el paternalismo que esto lleva  consigo, atacando las causas de la pobreza. Esto es doctrina, ¿cuándo será praxis?


       
Y esto nos lleva a añadir un aditivo a la esperanza, una pequeñas gotitas de Rocío, unas pequeñas gotitas de ternura, que nos anuncia algo nuevo, que hace que brillen los pétalos de las rosas y dibuja una sonrisa en nuestra alma. ROCÍO Y ESPERANZA.

 

Tomás García Torres.

Director Espiritual.